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¿Criar sin límites?
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luna06
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¿Criar sin límites?
¿CRIAR SIN LÍMITES?
Por Susana Prieto Mori
“Los niños necesitan límites.” ¿Cuántas veces hemos escuchado esta frase? Tantas que va camino de convertirse en un clásico de la pedagogía popular, como “eso no se hace” o “hay que compartir”. Pero si algo tienen en común esos clásicos es que se tiene fe absoluta en ellos y aun así se dicen sin pensar, se dan por hecho sin someterlos a juicio, se usan sin saber qué significan. Son las cosas que son así, y punto. Se puede criar y educar con ellos sin tener que hacer el menor esfuerzo de reflexión ni de revisión de planteamientos. Son útiles. Son el camino fácil.
Pero, por una vez, demos un paseo por el otro camino, el de pensar. Cuando decimos que los niños necesitan límites, ¿sabemos qué queremos decir con eso? ¿Sabemos de qué hablamos cuando hablamos de límites?
El Diccionario de la Lengua Española de la R.A.E. define límite como, entre otras cosas, extremo que pueden alcanzar lo físico y lo anímico. Los límites son lo que en modo alguno se puede sobrepasar, el punto en el que resulta imposible ir más allá. Parece, pues, que al decir que los niños necesitan límites estuviéramos olvidando que todos tenemos límites y que eso no depende de que nadie nos los ponga. Simplemente los tenemos, lo queramos o no. El ser humano nace con los límites inherentes a su propia especie: necesita contacto, aire y alimento, y realizar determinadas funciones corporales para sobrevivir. Otros límites proceden de su entorno físico: está sometido a la ley de la gravedad, por ejemplo. A lo largo de su vida va acumulando límites como consecuencia de sus propias experiencias y traumas (miedos, fobias…), o de posibles enfermedades o malformaciones o accidentes, de las barreras arquitectónicas, etc. Todos, niños y adultos, tenemos además límites personales: el límite de nuestra paciencia, de nuestra resistencia física, de nuestra ética, de nuestro pudor… Todo ser humano, todo ser vivo en realidad, tiene límites que forman parte de su ser y los necesita para relacionarse con el mundo, para dar forma concreta a su existencia y dotarla de una realidad tangible, para recibir la influencia de su entorno y viceversa. Un ser humano sin límites físicos no existiría, un ser humano sin límites morales enloquecería. Los límites son parte de nosotros.
Pero no es eso lo que queremos decir con que los niños necesitan límites. Más bien hablamos de limitaciones. Nos dice el diccionario que limitar es fijar la extensión que pueden tener la autoridad o los derechos y facultades de alguien. Pues si los niños necesitan limitaciones ya las tienen, y de sobra. Los niños actualmente, en nuestra sociedad occidental, son las personas más limitadas del mundo. Dudo mucho que haya nadie que cargue con más limitaciones que ellos, tal vez sólo las mujeres en algunas culturas. Es cierto que los niños lo tienen todo ahora, todas las comodidades, todas sus necesidades materiales y de ocio cubiertas, todos sus derechos protegidos, pero no tienen la menor libertad. Los niños no pueden decidir: no deciden dónde quieren vivir, ni cómo, ni qué tipo de educación recibir, ni a qué colegio acudir, en la mayoría de los casos no deciden qué ropa ponerse ni qué comer, no deciden sus horarios, no pueden ir a ninguna parte sin ser acompañados y vigilados. Es necesario por su seguridad, tal vez, dejaremos ese debate al margen de momento. Pero aun en ése caso, ello no quita que reconozcamos su situación de extraordinaria limitación.
¿Qué nos hace entonces repetir una y otra vez que los niños necesitan límites?
Me inclino a pensar que lo que queremos decir es sencillamente que los niños han de aprender a ser respetuosos con los demás y a cumplir las normas de convivencia, y que han de conocer, comprender y aceptar las consecuencias de sus actos.
Y en eso estamos todos de acuerdo. Sin embargo, las familias que criamos a nuestros hijos con apego encontramos muchas veces miradas de reprobación, cuando no críticas directas, por no “ponerles límites”. Nos quieren decir con esto: por dejarlos decidir. Por darles libertad, o mejor dicho, por no quitarles la libertad de seguir sus deseos.
El debate es de orden moral, o filosófico: ¿qué es para mí el ser humano? Es un antiguo dilema: ¿Hobbes o Rousseau? ¿Es el hombre un lobo para el hombre, o es bueno por naturaleza pero la sociedad y la educación lo pervierten? Si creemos, si insistimos tanto en que el niño necesita límites ha de ser porque pensamos que el ser humano tiende de forma natural a la maldad, y que no se puede ser bueno ni tener un comportamiento adecuado si no es a base de restricción, represión, negación. Hacer lo que uno quiera está mal porque sí y por principio. No se puede dejar al niño hacer lo que quiera porque lo que quiera será necesariamente malo. En esto se basa el sistema patriarcal adictivo, que castiga el deseo y premia la obediencia, en la amargura inconsciente de nuestra propia auto-represión que nos hace intolerable ver como otro sigue su deseo sin límites, precisamente, como otro tiene lo que hemos perdido nosotros.
Y esto es, precisamente, lo que la crianza con apego contradice y desafía. Porque al criar de esta forma a nuestros hijos estamos creyendo en su bondad innata y natural, de forma que tal vez ellos acaben confiando en ella también, en la suya propia y en la de los demás.
A menudo identificamos límites con normas, y falta de límites con falta de atención y cuidado, con negligencia. Hemos oído decir que el niño necesita los límites y normas como marco referencial. A menudo en el caso de niños abandonados o maltratados nos dicen los expertos que ellos mismos los piden porque los necesitan. No nos cabe duda de que los niños física o afectivamente abandonados agradezcan que un adulto los tenga en cuenta lo suficiente como para imponerles un límite, o una norma, y que le importe si se atienen a él o si la cumplen. En estados graves de abandono emocional puede ser que el niño no sepa que nos importa, luego que importa como ser humano, si no es porque nos importa que cumpla la norma o respete al límite, y que nos importa lo suficiente como para imponerle consecuencias. Pero no son la norma ni el límite lo que les da seguridad y confianza, es la atención prestada, es el simple hecho de tenerlos en cuenta, de merecer ese tiempo dedicado.
No confundamos: criar con apego no es criar sin normas, ni sin límites, si así los entendemos. Es enseñar a entender y respetar las normas pero, ante todo, a entendernos y respetarnos a nosotros mismos y a los demás. Es no poner la norma por delante del niño, no dar nunca más valor a la norma que al niño. No creer que el niño aprenda a ser respetuoso a base de cumplir las normas de forma automática y porque sí, sino que él mismo las cumplirá cuando por sí mismo comprenda que los demás merecen el mismo respeto que le hemos otorgado a él a lo largo de toda su vida. Es concebir las normas como herramientas para facilitar nuestras relaciones con los demás, nuestra vida en sociedad, y no como medios para hacer entender a nuestros hijos que nos importan. Es ayudar al niño a saber que existen normas, a conocerlas y a comprender el sentido que tienen: que no es la norma la que tiene valor por sí misma, sino el compromiso que todos adquirimos de cumplirla y la confianza que por eso depositamos en ella. Es no poner el acento en los límites, sino ayudar al niño a que construya los suyos propios y reconozca y respete los nuestros. Es no convertir la crianza en una guerra de voluntades. Es distinguir las verdaderas consecuencias de nuestros actos del premio y el castigo arbitrariamente impuestos de manera artificial. No es no poner normas: es no supeditar la empatía, la comprensión y la aceptación del otro al cumplimiento de la norma, y exigir siempre primero que la norma respete a la persona.
(Artículo publicado en el nº 1 de la revista “CRIAR“)
Por Susana Prieto Mori
“Los niños necesitan límites.” ¿Cuántas veces hemos escuchado esta frase? Tantas que va camino de convertirse en un clásico de la pedagogía popular, como “eso no se hace” o “hay que compartir”. Pero si algo tienen en común esos clásicos es que se tiene fe absoluta en ellos y aun así se dicen sin pensar, se dan por hecho sin someterlos a juicio, se usan sin saber qué significan. Son las cosas que son así, y punto. Se puede criar y educar con ellos sin tener que hacer el menor esfuerzo de reflexión ni de revisión de planteamientos. Son útiles. Son el camino fácil.
Pero, por una vez, demos un paseo por el otro camino, el de pensar. Cuando decimos que los niños necesitan límites, ¿sabemos qué queremos decir con eso? ¿Sabemos de qué hablamos cuando hablamos de límites?
El Diccionario de la Lengua Española de la R.A.E. define límite como, entre otras cosas, extremo que pueden alcanzar lo físico y lo anímico. Los límites son lo que en modo alguno se puede sobrepasar, el punto en el que resulta imposible ir más allá. Parece, pues, que al decir que los niños necesitan límites estuviéramos olvidando que todos tenemos límites y que eso no depende de que nadie nos los ponga. Simplemente los tenemos, lo queramos o no. El ser humano nace con los límites inherentes a su propia especie: necesita contacto, aire y alimento, y realizar determinadas funciones corporales para sobrevivir. Otros límites proceden de su entorno físico: está sometido a la ley de la gravedad, por ejemplo. A lo largo de su vida va acumulando límites como consecuencia de sus propias experiencias y traumas (miedos, fobias…), o de posibles enfermedades o malformaciones o accidentes, de las barreras arquitectónicas, etc. Todos, niños y adultos, tenemos además límites personales: el límite de nuestra paciencia, de nuestra resistencia física, de nuestra ética, de nuestro pudor… Todo ser humano, todo ser vivo en realidad, tiene límites que forman parte de su ser y los necesita para relacionarse con el mundo, para dar forma concreta a su existencia y dotarla de una realidad tangible, para recibir la influencia de su entorno y viceversa. Un ser humano sin límites físicos no existiría, un ser humano sin límites morales enloquecería. Los límites son parte de nosotros.
Pero no es eso lo que queremos decir con que los niños necesitan límites. Más bien hablamos de limitaciones. Nos dice el diccionario que limitar es fijar la extensión que pueden tener la autoridad o los derechos y facultades de alguien. Pues si los niños necesitan limitaciones ya las tienen, y de sobra. Los niños actualmente, en nuestra sociedad occidental, son las personas más limitadas del mundo. Dudo mucho que haya nadie que cargue con más limitaciones que ellos, tal vez sólo las mujeres en algunas culturas. Es cierto que los niños lo tienen todo ahora, todas las comodidades, todas sus necesidades materiales y de ocio cubiertas, todos sus derechos protegidos, pero no tienen la menor libertad. Los niños no pueden decidir: no deciden dónde quieren vivir, ni cómo, ni qué tipo de educación recibir, ni a qué colegio acudir, en la mayoría de los casos no deciden qué ropa ponerse ni qué comer, no deciden sus horarios, no pueden ir a ninguna parte sin ser acompañados y vigilados. Es necesario por su seguridad, tal vez, dejaremos ese debate al margen de momento. Pero aun en ése caso, ello no quita que reconozcamos su situación de extraordinaria limitación.
¿Qué nos hace entonces repetir una y otra vez que los niños necesitan límites?
Me inclino a pensar que lo que queremos decir es sencillamente que los niños han de aprender a ser respetuosos con los demás y a cumplir las normas de convivencia, y que han de conocer, comprender y aceptar las consecuencias de sus actos.
Y en eso estamos todos de acuerdo. Sin embargo, las familias que criamos a nuestros hijos con apego encontramos muchas veces miradas de reprobación, cuando no críticas directas, por no “ponerles límites”. Nos quieren decir con esto: por dejarlos decidir. Por darles libertad, o mejor dicho, por no quitarles la libertad de seguir sus deseos.
El debate es de orden moral, o filosófico: ¿qué es para mí el ser humano? Es un antiguo dilema: ¿Hobbes o Rousseau? ¿Es el hombre un lobo para el hombre, o es bueno por naturaleza pero la sociedad y la educación lo pervierten? Si creemos, si insistimos tanto en que el niño necesita límites ha de ser porque pensamos que el ser humano tiende de forma natural a la maldad, y que no se puede ser bueno ni tener un comportamiento adecuado si no es a base de restricción, represión, negación. Hacer lo que uno quiera está mal porque sí y por principio. No se puede dejar al niño hacer lo que quiera porque lo que quiera será necesariamente malo. En esto se basa el sistema patriarcal adictivo, que castiga el deseo y premia la obediencia, en la amargura inconsciente de nuestra propia auto-represión que nos hace intolerable ver como otro sigue su deseo sin límites, precisamente, como otro tiene lo que hemos perdido nosotros.
Y esto es, precisamente, lo que la crianza con apego contradice y desafía. Porque al criar de esta forma a nuestros hijos estamos creyendo en su bondad innata y natural, de forma que tal vez ellos acaben confiando en ella también, en la suya propia y en la de los demás.
A menudo identificamos límites con normas, y falta de límites con falta de atención y cuidado, con negligencia. Hemos oído decir que el niño necesita los límites y normas como marco referencial. A menudo en el caso de niños abandonados o maltratados nos dicen los expertos que ellos mismos los piden porque los necesitan. No nos cabe duda de que los niños física o afectivamente abandonados agradezcan que un adulto los tenga en cuenta lo suficiente como para imponerles un límite, o una norma, y que le importe si se atienen a él o si la cumplen. En estados graves de abandono emocional puede ser que el niño no sepa que nos importa, luego que importa como ser humano, si no es porque nos importa que cumpla la norma o respete al límite, y que nos importa lo suficiente como para imponerle consecuencias. Pero no son la norma ni el límite lo que les da seguridad y confianza, es la atención prestada, es el simple hecho de tenerlos en cuenta, de merecer ese tiempo dedicado.
No confundamos: criar con apego no es criar sin normas, ni sin límites, si así los entendemos. Es enseñar a entender y respetar las normas pero, ante todo, a entendernos y respetarnos a nosotros mismos y a los demás. Es no poner la norma por delante del niño, no dar nunca más valor a la norma que al niño. No creer que el niño aprenda a ser respetuoso a base de cumplir las normas de forma automática y porque sí, sino que él mismo las cumplirá cuando por sí mismo comprenda que los demás merecen el mismo respeto que le hemos otorgado a él a lo largo de toda su vida. Es concebir las normas como herramientas para facilitar nuestras relaciones con los demás, nuestra vida en sociedad, y no como medios para hacer entender a nuestros hijos que nos importan. Es ayudar al niño a saber que existen normas, a conocerlas y a comprender el sentido que tienen: que no es la norma la que tiene valor por sí misma, sino el compromiso que todos adquirimos de cumplirla y la confianza que por eso depositamos en ella. Es no poner el acento en los límites, sino ayudar al niño a que construya los suyos propios y reconozca y respete los nuestros. Es no convertir la crianza en una guerra de voluntades. Es distinguir las verdaderas consecuencias de nuestros actos del premio y el castigo arbitrariamente impuestos de manera artificial. No es no poner normas: es no supeditar la empatía, la comprensión y la aceptación del otro al cumplimiento de la norma, y exigir siempre primero que la norma respete a la persona.
(Artículo publicado en el nº 1 de la revista “CRIAR“)
luna06- Cantidad de envíos : 1434
Edad : 48
Localización : lliria (valencia)
Fecha de inscripción : 30/11/2008
Re: ¿Criar sin límites?
Gracias por el artículo Eli es muy interesante y refleja la manera que tenemos de pensar y educar a nuestros hijos, aunque como bien escriben muchas personas no la entiendan ni la respeten
Un abrazo
Un abrazo
Re: ¿Criar sin límites?
Cómo me gustan los artículos que pones, Eli, ayudan a reflexionar, pero, claro, hay que leer con atención y repetir algunas frases para entender bien lo que quiere decir. Y no porque sean difíciles de comprender, sino porque tienen mucha miga y mucho valor. Va todo el mundo, con tanta prisa, con tanto estrés y con tan pocas ganas de dar la importancia necesaria a lo que realmente la tiene, que es lo más preciado de sus vidas (sus hijos) que les sería difícil centrarse y entender lo sencillo que es todo lo explicado y cuando muchas veces explico cosas así, parece que te oyen, pero no te escuchan. Bueno, que me alargo en el parafraseo y no sé si estoy diciendo todo lo que ahora está pasando por mi mente y que me gustaría reflejar con palabras.
Que muchas gracias, Eli, por escribirnos estos artículos taaaaan interesantes y enriquecedores sobre la crianza de nuestros retoños.
Un beso.
Que muchas gracias, Eli, por escribirnos estos artículos taaaaan interesantes y enriquecedores sobre la crianza de nuestros retoños.
Un beso.
Invitado- Invitado
Re: ¿Criar sin límites?
Muchas gracias, me parece un articulo superinteresante y sobre todo confirma mi forma de pensar sobre que los niños no son malos, no existen los niños malos. Si se les da cariño ,ternura comprension y se atienden sus necesidades, ellos responden con el mismo cariño que se les ha dado.
No se porque nos empeñamos en etiquetar de malos a ciertos niños a partir de los 2, 4 o 5 años cuando esos mismos niños eran unos bebes adorables que solo esperaban cariño y atencion.
Solo cuando no se les ofrece no se les dan las "armas" adecuadas para andar el camino de su existencia.
No se porque nos empeñamos en etiquetar de malos a ciertos niños a partir de los 2, 4 o 5 años cuando esos mismos niños eran unos bebes adorables que solo esperaban cariño y atencion.
Solo cuando no se les ofrece no se les dan las "armas" adecuadas para andar el camino de su existencia.
Delta- Cantidad de envíos : 1502
Edad : 54
Localización : Valladolid
Fecha de inscripción : 02/11/2008
Re: ¿Criar sin límites?
Por favor, que filosofica me he puesto jejeje...
Delta- Cantidad de envíos : 1502
Edad : 54
Localización : Valladolid
Fecha de inscripción : 02/11/2008
Re: ¿Criar sin límites?
El articulo, esta muy bien, muchas gracias por ponerlo, aprovecho para comentarte rosa, bueno mas que comentarte, felicitarte por tu foro, y por el tiempo que le dedicas a ayudar a otras mamas, y pedirte perdon por lo poquito que participo, por no decir nada, pero con los peques, el cole, la pisci, la casa, el parque, puff, el tiempo escasea, intento meterme en el de maternidad instintiva, y no me da tiempo ni de contestar, siempre llego tarde, jiji, y ahora estoy yo creando el de dameteta, y tampoco me da tiempo asignar, los permisos, ni a meter mas informacion, voy siempre como una moto, y aparte mis peques, ya ni quieren verme delante del ordenador, se ponen celosillos, jiji, Bueno que perdon, y muchas gracias por tu foro guapetona.
yerayeidairaentandem- Cantidad de envíos : 7
Edad : 44
Localización : minaya
Fecha de inscripción : 29/10/2008
Re: ¿Criar sin límites?
Sí, mamá de yeray e idaira, alguna vez, cuando me queda un huequecito, miro en el de maternidad instintiva, en el de lactancia en tandem y te leo entre otras opiniones y en su día fué lo que me impulsó a plantearme y decidirme por la lactancia prolongada y en tandem y al registrame Desiree me recomendó este foro y aquí estoy dando guerrilla. Me alegro de que nos visites. Un beso.
Invitado- Invitado
Re: ¿Criar sin límites?
No tienes porque disculparte Vero; todas vamos justitas de tiempo y hacemos lo que podemos, yo tampoco pueda dedicar a los foritos tanto tiempo como antes porque Luna está muy demandante y me deja poco tiempo libre, pero ya sabemos que son etapas y cuando sean mayores las recordaremos con anhelo porque serán más independientes
Vero pon la dirección de tu grupo en el subforo de Foros Amigos para que podamos visitarlo
Gracias a vosotras por seguir aquí y haber formado esta bonita família
Un abrazo
Vero pon la dirección de tu grupo en el subforo de Foros Amigos para que podamos visitarlo
Gracias a vosotras por seguir aquí y haber formado esta bonita família
Un abrazo
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