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La postura en la mujer de parto
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La postura en la mujer de parto
La postura en la mujer de parto
La posición tumbada durante la dilatación y el expulsivo es uno de los factores que más entorpecen el parto y causa de complicaciones en cascada que aumentan la tasa de intervenciones. En dicha postura, el coxis se dirige a lo alto y el canal vaginal se estrecha y alarga. En una postura vertical, sobre todo en cuclillas, el coxis bascula hacia atrás y los músculos que rodean la vagina se abren, ensanchando y acortando el canal vaginal. Si en dicha posición vertical, además, la mujer flexiona el tórax, como para querer observar la abertura vaginal, el coxis se abre aún más hacia atrás, ampliando la vagina en el sentido anteroposterior.
Tumbada la mujer boca arriba, la vagina es una cuesta cuyo extremo se orienta hacia lo alto, mientras que en la posición vertical, ya sea en cuclillas o en otra postura, se orienta directamente hacia el suelo. La mujer que da a luz tumbada debe empujar a su bebé hacia arriba, por un canal estrechado y alargado, mientras que en posición vertical, el parto progresa a favor de la fuerza de gravedad. La posición vertical favorece la dilatación y el expulsivo.
En la mujer embarazada, el peso del útero aumenta la presión sobre la arteria aorta, la vena cava inferior y los vasos retroperineales. La posición tumbada de espaldas incrementa la presión en la vena cava inferior, disminuyendo su calibre y aumentando el volumen de sangre en el tercio inferior del tronco y los miembros inferiores. Esto disminuye la sangre en circulación en el resto del cuerpo y concretamente en el útero. Al disminuir el oxígeno en el útero, el ritmo de las contracciones se altera. Entre otros efectos, puede ocurrir que la mujer padezca de disnea, malestar, mareos por hipotensión y edema de piernas, y que el bebé altera su ritmo cardíaco, emitiendo mensajes de sufrimiento fetal que el monitor registrará puntualmente. Un simple cambio de postura, a menudo es suficiente para mejorar la circulación sanguínea y el ritmo cardíaco del bebé. En posición vertical, en cambio, este problema no se produce. Por el contrario, la mujer que se mueve libremente adopta instintivamente la posición que menos entorpece la circulación del gran vaso que lleva la sangre de la placenta al bebé.
En posición vertical, la presión que ejerce el peso del bebé sobre los músculos del suelo pélvico ayuda a su relajación y dilatación. Esa presión genera un impulso nervioso que actúa sobre la hipófisis y favorece la liberación de oxitocina, hormona estimulante de la musculatura uterina, lo que contribuye a un progreso más rápido del parto. Se ha podido calcular que el tiempo de dilatación de 4 a 10 cm. en el caso del parto en posición horizontal es un 50% más largo que en posición vertical. Este retraso habitualmente no complica el trabajo de los profesionales, ya que el tiempo se recupera con oxitocina sintética, que estimula las contracciones haciéndolas más potentes, seguidas y dolorosas.
La posición tumbada, con los pies fijos en los estribos, deja fuera de juego las piernas, que son las masas musculares más poderosas del cuerpo, lo que reduce la capacidad de maniobra de la parturienta, ya reducida a causa de la postura. Además, los músculos abdominales pueden ejercer una fuerza mayor cuando los pies están sobre el suelo.
La libertad de movimientos y de postura de la mujer es vital para el progreso y la seguridad del parto, ya que es el instinto, el cerebro primitivo, el que la guía para adoptar la posición más fisiológica. Esta sabiduría interna de la parturienta se observa, por ejemplo, en la frecuente necesidad, en una fase del parto, de realizar movimientos rotatorios. Estos facilitan los de giro que el feto debe realizar para colocarse en el canal del parto, similares a los necesarios para sacar un anillo de un dedo o descorchar un botella. En posición tumbada, el bebé no dispone de esta ayuda de su madre para realizar los movimientos de rotación y colocación. En cualquiera de los casos, es más fácil para el bebé rotar sobre una parte de su cabeza, en posición vertical, que acostado, posición en la que además incrementa notablemente la superficie de fricción.
La posición vertical además facilita la ampliación de la abertura de la cadera, cuyas articulaciones se encuentran en ese momento flexibilizadas por la acción de las hormonas del embarazo. La posición tumbada, en cambio, inmoviliza las caderas e impide aprovechar este “recurso extra” que brinda la naturaleza.
En cualquier caso, la posición tumbada es muy incómoda y genera un sufrimiento innecesario en las madres, en un momento en el que la comodidad es importante no solamente desde el punto de vista fisiológico, sino para poder hacer el cambio de consciencia necesario. Un proceso involuntario como el parto, en el que lo importante es abandonar el control y entregarse a la experiencia, no puede progresar en una postura forzada, incómoda y antifisiológica.
Este cúmulo de circunstancias es causa frecuente de cesáreas porque el bebé “no baja”. A veces atribuidas a una “desproporción céfalo-pélvica” (el diámetro de la cabeza del bebé mide más que la abertura de la pelvis), gran parte de esos bebés bajaría solamente con dejar a la madre moverse con libertad. No es raro que mujeres que han sufrido hasta dos cesáreas por “estrechez de caderas” den a luz vaginalmente un tercer bebé… incluso más grande que los anteriores.
La libertad de movimientos tiene otras ventajas a la hora de encontrar la posición idónea para parir a un determinado bebé. Las comadronas experimentadas saben que una distocia de hombro, por ejemplo, puede resolverse más fácilmente si la madre tiene la posibilidad de ponerse a cuatro patas. Muchas matronas han podido observar que la mayoría de las mujeres de parto en una cierta fase se pone a cuatro patas, porque es la postura en la que sienten menos dolor. Según Michel Odent, esta posición, reminiscencia del gateo del primer año de vida, tiene igualmente la facultad de facilitar a la mujer su conexión con el cerebro primitivo y el “viaje interior” que forma parte de la fisiología del nacimiento.
En cuanto a la monitorización de latido fetal, un pequeño aparato móvil puede servir igual que los caros y sofisticados aparatos que obligan a la mujer a permanecer tumbada para facilitar su uso. Obligar a una mujer sana en un parto normal a permanecer inmóvil en posición horizontal es abrir el camino para que el parto deje de ser normal.
El alumbramiento de la placenta es también mucho más fácil en posición vertical, esta fase y sus dos accidentes principales, la hemorragia y la infección, han sido desde siempre las principales causas de mortalidad en las parturientas. El alumbramiento se facilita por la posición vertical, el bienestar térmico y el estímulo que ejerce el recién nacido succionando el pezón, que acelera las reacciones hormonales de terminación del parto.
La posición tumbada durante la dilatación y el expulsivo es uno de los factores que más entorpecen el parto y causa de complicaciones en cascada que aumentan la tasa de intervenciones. En dicha postura, el coxis se dirige a lo alto y el canal vaginal se estrecha y alarga. En una postura vertical, sobre todo en cuclillas, el coxis bascula hacia atrás y los músculos que rodean la vagina se abren, ensanchando y acortando el canal vaginal. Si en dicha posición vertical, además, la mujer flexiona el tórax, como para querer observar la abertura vaginal, el coxis se abre aún más hacia atrás, ampliando la vagina en el sentido anteroposterior.
Tumbada la mujer boca arriba, la vagina es una cuesta cuyo extremo se orienta hacia lo alto, mientras que en la posición vertical, ya sea en cuclillas o en otra postura, se orienta directamente hacia el suelo. La mujer que da a luz tumbada debe empujar a su bebé hacia arriba, por un canal estrechado y alargado, mientras que en posición vertical, el parto progresa a favor de la fuerza de gravedad. La posición vertical favorece la dilatación y el expulsivo.
En la mujer embarazada, el peso del útero aumenta la presión sobre la arteria aorta, la vena cava inferior y los vasos retroperineales. La posición tumbada de espaldas incrementa la presión en la vena cava inferior, disminuyendo su calibre y aumentando el volumen de sangre en el tercio inferior del tronco y los miembros inferiores. Esto disminuye la sangre en circulación en el resto del cuerpo y concretamente en el útero. Al disminuir el oxígeno en el útero, el ritmo de las contracciones se altera. Entre otros efectos, puede ocurrir que la mujer padezca de disnea, malestar, mareos por hipotensión y edema de piernas, y que el bebé altera su ritmo cardíaco, emitiendo mensajes de sufrimiento fetal que el monitor registrará puntualmente. Un simple cambio de postura, a menudo es suficiente para mejorar la circulación sanguínea y el ritmo cardíaco del bebé. En posición vertical, en cambio, este problema no se produce. Por el contrario, la mujer que se mueve libremente adopta instintivamente la posición que menos entorpece la circulación del gran vaso que lleva la sangre de la placenta al bebé.
En posición vertical, la presión que ejerce el peso del bebé sobre los músculos del suelo pélvico ayuda a su relajación y dilatación. Esa presión genera un impulso nervioso que actúa sobre la hipófisis y favorece la liberación de oxitocina, hormona estimulante de la musculatura uterina, lo que contribuye a un progreso más rápido del parto. Se ha podido calcular que el tiempo de dilatación de 4 a 10 cm. en el caso del parto en posición horizontal es un 50% más largo que en posición vertical. Este retraso habitualmente no complica el trabajo de los profesionales, ya que el tiempo se recupera con oxitocina sintética, que estimula las contracciones haciéndolas más potentes, seguidas y dolorosas.
La posición tumbada, con los pies fijos en los estribos, deja fuera de juego las piernas, que son las masas musculares más poderosas del cuerpo, lo que reduce la capacidad de maniobra de la parturienta, ya reducida a causa de la postura. Además, los músculos abdominales pueden ejercer una fuerza mayor cuando los pies están sobre el suelo.
La libertad de movimientos y de postura de la mujer es vital para el progreso y la seguridad del parto, ya que es el instinto, el cerebro primitivo, el que la guía para adoptar la posición más fisiológica. Esta sabiduría interna de la parturienta se observa, por ejemplo, en la frecuente necesidad, en una fase del parto, de realizar movimientos rotatorios. Estos facilitan los de giro que el feto debe realizar para colocarse en el canal del parto, similares a los necesarios para sacar un anillo de un dedo o descorchar un botella. En posición tumbada, el bebé no dispone de esta ayuda de su madre para realizar los movimientos de rotación y colocación. En cualquiera de los casos, es más fácil para el bebé rotar sobre una parte de su cabeza, en posición vertical, que acostado, posición en la que además incrementa notablemente la superficie de fricción.
La posición vertical además facilita la ampliación de la abertura de la cadera, cuyas articulaciones se encuentran en ese momento flexibilizadas por la acción de las hormonas del embarazo. La posición tumbada, en cambio, inmoviliza las caderas e impide aprovechar este “recurso extra” que brinda la naturaleza.
En cualquier caso, la posición tumbada es muy incómoda y genera un sufrimiento innecesario en las madres, en un momento en el que la comodidad es importante no solamente desde el punto de vista fisiológico, sino para poder hacer el cambio de consciencia necesario. Un proceso involuntario como el parto, en el que lo importante es abandonar el control y entregarse a la experiencia, no puede progresar en una postura forzada, incómoda y antifisiológica.
Este cúmulo de circunstancias es causa frecuente de cesáreas porque el bebé “no baja”. A veces atribuidas a una “desproporción céfalo-pélvica” (el diámetro de la cabeza del bebé mide más que la abertura de la pelvis), gran parte de esos bebés bajaría solamente con dejar a la madre moverse con libertad. No es raro que mujeres que han sufrido hasta dos cesáreas por “estrechez de caderas” den a luz vaginalmente un tercer bebé… incluso más grande que los anteriores.
La libertad de movimientos tiene otras ventajas a la hora de encontrar la posición idónea para parir a un determinado bebé. Las comadronas experimentadas saben que una distocia de hombro, por ejemplo, puede resolverse más fácilmente si la madre tiene la posibilidad de ponerse a cuatro patas. Muchas matronas han podido observar que la mayoría de las mujeres de parto en una cierta fase se pone a cuatro patas, porque es la postura en la que sienten menos dolor. Según Michel Odent, esta posición, reminiscencia del gateo del primer año de vida, tiene igualmente la facultad de facilitar a la mujer su conexión con el cerebro primitivo y el “viaje interior” que forma parte de la fisiología del nacimiento.
En cuanto a la monitorización de latido fetal, un pequeño aparato móvil puede servir igual que los caros y sofisticados aparatos que obligan a la mujer a permanecer tumbada para facilitar su uso. Obligar a una mujer sana en un parto normal a permanecer inmóvil en posición horizontal es abrir el camino para que el parto deje de ser normal.
El alumbramiento de la placenta es también mucho más fácil en posición vertical, esta fase y sus dos accidentes principales, la hemorragia y la infección, han sido desde siempre las principales causas de mortalidad en las parturientas. El alumbramiento se facilita por la posición vertical, el bienestar térmico y el estímulo que ejerce el recién nacido succionando el pezón, que acelera las reacciones hormonales de terminación del parto.
Invitado- Invitado
Re: La postura en la mujer de parto
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen] gracias anabelen, muy interesante....yo la dilatacion lam hice toda de pie, luego ya el expulsivo me tuve que poner de la frma tradicional.
ceciliavg- Cantidad de envíos : 1360
Edad : 51
Localización : LA LAGUNA-TENERIFE
Fecha de inscripción : 20/12/2008
Re: La postura en la mujer de parto
Pero ¿no te dejaron ponerte en otra posición que no fuera tumbada en el expulsivo?
Invitado- Invitado
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