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Tactos y monitorización fetal
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Tactos y monitorización fetal
Una práctica muy invasiva son los tactos. En otros países, la matrona procura limitarlos a lo estrictamente imprescindible. En los países nórdicos, las comadronas incluso se abstienen de tocar en absoluto el perineo de la mujer. Las más experimentadas son capaces de conocer la fase del parto a menudo por los sonidos que emite la parturienta y los movimientos que libremente realiza. En Inglaterra, la Radical Midwives se basan en la observación de la "línea púrpura" para conocer a cuántos centímetros ha llegado la dilatación. La línea púrpura es una línea de este color que aparece en el ano cuando comienza la dilatación y que, conforme progresa esta, asciende. Cuando llega al coxis, la mujer está en dilatación completa. Se observa muy bien si la parturienta está a cuatro patas.
En otros países, para que una estudiante pueda realizar un tacto, debe pedir permiso a la parturienta. Si esta lo deniega, no hay nada que hacer. En España, estamos lejos de esa actitud de respeto a la mujer, y más todavía cuando se trata de un hospital universitario donde hay residentes aprendiendo.
La ciencia ha constatado que no es posible observar un fenómeno sin alterarlo de alguna forma. Otra manera de "sentirse observada" es la invasión de la habitación por aparatos concebidos para controlar el proceso. La utilización de aparatos de monitorización fetal requiere la posición tumbada de la mujer y, dependiendo del tipo de aparato, su inmovilización con cinchas. Esta posición es extremadamente incómoda cuando se mantiene durante horas, y además comprime la vena cava inferior y otros vasos sanguíneos. Esto puede afectar al suministro de sangre oxigenada al útero y, por lo tanto, al bebé, especialmente durante las contracciones aumentadas con oxitocina. En estas condiciones, el "riesgo de pérdida de bienestar fetal" se incrementa, preparando el camino para el resto de las medidas invasivas: episiotomías, fórceps, cesáreas, etc. Es por esto por lo que Caldeyro Barcia, inventor del monitor fetal, exclamó al final de su vida: "Yo desarrollé la monitorización fetal para ayudar a las pocas mujeres que tienen dificultades durante el parto, y no para poner a todas las mujeres de parto en dificultades". La otra alternativa, la monitorización interna, requiere pinchar el cuero cabelludo del bebé cuando aún no ha salido del útero. La mayoría de las madres encuentran esto muy agresivo, especialmente si no hay un motivo que justifique la necesidad de ello.
Muchos estudios han demostrado que cuando en una maternidad se introducen estos aparatos, la tasa de cesáreas y de fórceps aumenta, sin que mejoren los resultados en cuanto a la salud. Para muchas mujeres, dar a luz atada a una máquina resulta una experiencia innecesariamente dura.
En sus primeras recomendaciones, la OMS dice textualmente:
No existe evidencia de que la monitorización fetal rutinaria tenga un efecto positivo sobre el resultado del embarazo. La monitorización fetal electrónica solamente debe efectuarse en casos cuidadosamente seleccionados por su alto riesgo de mortalidad perinatal y en los partos inducidos. Se precisan más estudios sobre la selección de las mujeres que podrían beneficiarse de la monitorización fetal. Entre tanto, los servicios nacionales de salud deberían abstenerse de adquirir nuevos equipos.
Las comadronas con experiencia no necesitan perturbar constantemente la intimidad de la mujer con los sistemas convencionales de monitorización, sino que les es suficiente con un pequeño estetoscopio, que puede aplicarse sobre el vientre en cualquier postura que adopte. En la actualidad, las matronas dedican más energía a observar las máquinas que a atender a la mujer. Pero lo cierto es que para la parturienta es mucho más reconfortante disponer de una comadrona atenta a sus necesidades que contar únicamente con parte de una atención dividida entre las máquinas y ella.
En otros países, para que una estudiante pueda realizar un tacto, debe pedir permiso a la parturienta. Si esta lo deniega, no hay nada que hacer. En España, estamos lejos de esa actitud de respeto a la mujer, y más todavía cuando se trata de un hospital universitario donde hay residentes aprendiendo.
La ciencia ha constatado que no es posible observar un fenómeno sin alterarlo de alguna forma. Otra manera de "sentirse observada" es la invasión de la habitación por aparatos concebidos para controlar el proceso. La utilización de aparatos de monitorización fetal requiere la posición tumbada de la mujer y, dependiendo del tipo de aparato, su inmovilización con cinchas. Esta posición es extremadamente incómoda cuando se mantiene durante horas, y además comprime la vena cava inferior y otros vasos sanguíneos. Esto puede afectar al suministro de sangre oxigenada al útero y, por lo tanto, al bebé, especialmente durante las contracciones aumentadas con oxitocina. En estas condiciones, el "riesgo de pérdida de bienestar fetal" se incrementa, preparando el camino para el resto de las medidas invasivas: episiotomías, fórceps, cesáreas, etc. Es por esto por lo que Caldeyro Barcia, inventor del monitor fetal, exclamó al final de su vida: "Yo desarrollé la monitorización fetal para ayudar a las pocas mujeres que tienen dificultades durante el parto, y no para poner a todas las mujeres de parto en dificultades". La otra alternativa, la monitorización interna, requiere pinchar el cuero cabelludo del bebé cuando aún no ha salido del útero. La mayoría de las madres encuentran esto muy agresivo, especialmente si no hay un motivo que justifique la necesidad de ello.
Muchos estudios han demostrado que cuando en una maternidad se introducen estos aparatos, la tasa de cesáreas y de fórceps aumenta, sin que mejoren los resultados en cuanto a la salud. Para muchas mujeres, dar a luz atada a una máquina resulta una experiencia innecesariamente dura.
En sus primeras recomendaciones, la OMS dice textualmente:
No existe evidencia de que la monitorización fetal rutinaria tenga un efecto positivo sobre el resultado del embarazo. La monitorización fetal electrónica solamente debe efectuarse en casos cuidadosamente seleccionados por su alto riesgo de mortalidad perinatal y en los partos inducidos. Se precisan más estudios sobre la selección de las mujeres que podrían beneficiarse de la monitorización fetal. Entre tanto, los servicios nacionales de salud deberían abstenerse de adquirir nuevos equipos.
Las comadronas con experiencia no necesitan perturbar constantemente la intimidad de la mujer con los sistemas convencionales de monitorización, sino que les es suficiente con un pequeño estetoscopio, que puede aplicarse sobre el vientre en cualquier postura que adopte. En la actualidad, las matronas dedican más energía a observar las máquinas que a atender a la mujer. Pero lo cierto es que para la parturienta es mucho más reconfortante disponer de una comadrona atenta a sus necesidades que contar únicamente con parte de una atención dividida entre las máquinas y ella.
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